Hace falta que haya uno que quiera
comprender y desee saber sobre lo que alguien escribe sin letras tratando de
darse a entender deseando ser comprendido y además tratando de comprenderse a
sí mismo, de construirse y poder incorporar sus partes, usar sus recursos y
darle vialidad a eso que le sucede, ponerlo en algún lugar, mostrárselo a
alguien que desee saber de él y eso que le pasa, o también que sea capaz de
mirar esas pistas que van dejando rastro de algo… Hay cosas que no se pueden
decir en palabras, pero que sin embargo, están, además brotan por otras vías,
es como que el niño con sus dibujos dijera también: “Quiero mostrarte algo,
pero como no puedo decirlo con palabras te lo muestro con mi dibujo” y a menudo
tengo la interrogante: ¿Qué es lo que este niño quiere que yo sepa de el? Que
más allá de responderla de inmediato permite ir descubriendo, inscribiendo y
apertura la mirada para poder dar lectura a eso que cada niño se dispone a
mostrarme cuando el lenguaje hablado aun no alcanza, es entonces que las manos
escriben con lápices de colores y hojas blancas en paredes, pizarrones,
juguetes y el mismo cuerpo…
Dibujos, efusión de colores,
formas, son medios espontáneos de expresión en la mayor parte de los niños. Les
complace “contar “lo que sus manos han traducido entonces de sus fantasmas,
verbalizando de este modo ante quien los escucha aquello que han dibujado y
modelado. A veces esto que cuentan carece de relación lógica (para el adulto)
con lo que el adulto creería estar viendo. Pero lo más sorprendente fue lo que
poco a poco se me impuso como una evidencia: que las instancias de la teoría
freudiana del aparato psíquico, Ello, Yo, Súper Yo, son localizables en
cualquier composición libre, ya sea grafica (dibujo), plástico (modelado), etc.
Estas producciones del niño son, pues, auténticos fantasmas representados,
desde las que se pueden descifrar las estructuras del inconsciente. Tan solo
son descifrables como tales para las verbalizaciones del niño, quien
antropomórfiza, da vida a las diferentes partes de sus dibujos en cuanto se
pone a hablar de ellos al analista. No otra es la particularidad del análisis
de niños: Aquel lo que en los adultos se descifra a partir de sus
asociaciones de ideas sobre un sueño que
ha relatado, por ejemplo, en los niños puede ilustrase por lo que dicen acerca
de sus grafismos y composiciones plásticas
soportes de sus fantasmas y fabulaciones
en su relación de transferencia. El mediador de estas instancias
psíquicas (Ello, Yo y súper Yo), en las
representaciones alegóricas que el sujeto aporta, revelo ser especifico. Lo he
denominado imagen del cuerpo. Cito de François Dolto en su texto “Imagen
inconsciente del cuerpo”.
El dibujo antes de ser traducido,
pienso que da evidencia de un cuerpo en construcción, lo que François Dolto
llamaba “imagen del cuerpo”. Escindirse del cuerpo de la madre y construirse, construir una
autonomía, hacerse un lugar no solo
tiene que ver con una situación de espacialidad, sino con una construcción
psíquica. ¿Cómo separarse del cuerpo de la madre? Entonces me aventuraba a
pensar en la dificultad que muchas personas tienen para inscribir y signar su
propia diferenciación, para asumir lo que son y dejar de ser lo que los padres
querían que fuera. Adquirir una autonomía subjetiva significa asumir el propio deseo y escindirse
del campo del deseo de los padres, construir el “Yo soy”, delimitar el espacio
y tener autoridad en uno mismo…
Antes de adquirir la lectoescritura
el niño dibuja y aun adquiriéndola me parece valioso pensarlo más allá de un
requerimiento académico, porque la escritura en cualquiera de sus evoluciones y
tiempos es un recurso para poder decir
algo por sí mismo, que no sea el Otro el que hable por mí, sino que sea Yo
quien hable por mí mismo, así es entonces que, el dibujo infantil y la
escritura es un modo de hacer hablar a los cuerpos mudos y silenciados, un modo
de posibilitar el lenguaje y tener voz propia.
Cito a Alba Fresler, de su libro
“El niño en análisis y el ligara de los padres” lo siguiente: “Los niños dicen
de sus dibujos: “Es un nene”, o “Soy
yo”, “ Es una casa”. Estas formas expresivas no solo afirman lo que el dibujo
es, también afirman lo que el dibujo no es, también afirman lo que el dibujo
escribe de un no. Es que, dicho con precisión el dibujo muestra la escritura de
un no. No es un nene, el dibujo no lo es, no, tampoco es una casa: todos ellos
escriben una ausencia. Más aun en ese preciso instante, dan ocasión en que el
pasaje al plano algo no pase de lo real. Por lo tanto de un modo conmovedor,
con el dibujo, con cada dibujo, se realiza un acto inaugural, un paso del
sujeto, un trazo existencial. Se revela con esa vía, los modos en que se
expresa la función del dibujo en la constitución del sujeto de la estructura. A
su vez, sumado a lo anterior, cuando el dibujo se realiza en transferencia,
cobra otra especificidad que invita a la pregunta: ¿Qué hacemos los analistas
con el dibujo?”
Me parece más valioso tener a la
mano preguntas que tener un sin fin certezas, el “no lo sé” como un posibilidad
para ingresar a ese mundo que se me está mostrando a pedazos y entre trazos y
juegos… En alusión a lo anterior hago recuerdo de mi paciente de cinco años que
llego angustiada hasta el llanto, aferrándose a su mama y al mismo tiempo
mirando todo lo que había pasando la puerta del consultorio… Sostenida de mi
mano y limpiándose las lágrimas después de presentarme con ella se animó a
pasar dejando a su mama afuera pero además diciendo inmediatamente: “Yo quiero
dibujarte algo” A mí me salto la pregunta después de ver su “aquí demando Yo”,
“Aquí digo Yo”, ¿Qué es lo que quiere que sepa y que además nos es posible
hacerlo de otra forma sino que iniciando
con un dibujo? Pues bien, el dibujo empezaba a signar esa escisión con su madre
que tanto le estaba costando, es decir, el dibujo por supuesto que tenía sus
elementos importantes y dignos de traducción
lo cual fui sabiendo poco apoco,
pero de primera instancia era un hablar por sí misma, salirse de una
condición de objeto que la tenía angustiada y llena de síntomas que la
impedían, vómitos que le venían cada que se separaba de su madre, así es como
su dibujo era un empezar adquirir su propia voz y hacerse escuchar.
“Ahora bien, ¿Qué ocurre con el
dibujo? Cuando un niño dibuja, con el diseño de sus trazos, abre para el sujeto
el tiempo de escriturar sus respuesta diferencial. Y lo hace con un alcance
novedoso, pues en ese accionar se va generando un desmantelamiento que separa
la afinidad entre lo real y la realidad. En este sentido, el niño es, en cierta
medida más surrealista que realista: desjunta el dibujo de la realidad.”
(3) Plantea Alba Fresler en otro de sus
textos, El niño en análisis y las intervenciones del analista.
Escribir un mundo distinto,
escribir su diferenciación, tan surrealista como lo prefiera, a fin de cuentas
suyo, con sus modificaciones y marcas, ir signando ese límite que separa dos
cuerpos y existir fuera del campo originario de quien lo vio nacer. Pienso que
en varias ocasiones la dificultad no es que el niño tenga angustias, se enoje,
tenga miedos o que experimente afectos hostiles, sino lo importante será que
todos esos no sean los de sus padres, sino propios, que no sea objeto de
depósito del adulto, sino que pueda escindirse de ellos y experimentar y
nombrar lo propio, segregar y simbolizar…
La función simbólica implica la
función de similitud reconocida, la noción de sensación autónoma, la noción de deja vu, es decir, del tiempo. La
utilización voluntaria de la función simbólica implica la discriminación del
prójimo y de sí mismo, es decir, la noción de espacio y de cuerpo propio, en
ese espacio con la noción de mediador común (mímica, sonido, señal)
intermediario entre dos cuerpos propios y valorados de manera semejante por los
dos seres vivos. La utilización de la función simbólica implica la noción de
perdurabilidad de la separación de los cuerpos, más allá de la resonancia
sensorio-afectiva, función común que los ha unido momentáneamente en el
espacio, implica la noción de la existencia de la separación.” Menciona
François Dolto en ¿Cómo educar a nuestros hijos?
Es importante destacar las
funciones y cuidados maternos en el desarrollo del pensamiento del niño, es la
madre quien ayuda al niño y le da consciencia de sí mismo, sus afectos y sus
necesidades, quien le va dando lugar y nombra lo que le sucede desde que nace,
con palabras y actos que hacen de sostén para el niño. Simbolizar tiene que ver
con la fantasía, la imaginación, la creatividad y posibilidad de sentir las
propias emociones. Que valioso cuando una madre también es capaz de hacer todo
esto y además que es consciente de posibilitar la diferenciación de su hijo
haciéndose cargo de su sentimiento de apropiación del hijo, trabajando además
sus angustias y separándolas del hijo y no depositándolas en él, es entonces el
trabajo en donde surge la incomodidad, la frustración tan valiosa para
delimitar y estructurar e ir separando esa unión en la que hay dos y cada uno
es diferente.
El proceso de separación
individuación no es una operación sencilla de asumir y sobrellevar sobre todo
cuando en la historia de la humanidad y de manera social se es señalado por no
pensar igual, por estar distinto, implica poder además lidiar con la
individualidad, la incompletud, con sentirse solo, distinto y hacerse un lugar
en el mundo, sin embargo creo que es de las cosas más valiosas y que es
importante la labor que se pueda hacer con el niño para acompañarlo en ese
proceso, simbolizar implica esa separación, dibujar un mundo propio.
Cito de Marisa Rodulfo, con su
texto “El niño del dibujo”. La cría
humana, desde el momento de su nacimiento, ha de atravesar múltiples peripecias
para constituirse —a través de procesos en principio abiertos, inacabados— en
sujeto apuntalado en el organismo, pero irreductible a él. Recorrido
laberintico, entramado por marchas y contramarchas, escandido por detenciones,
tanto como por saltos pronosticables pero impredecibles en su dirección ultima.
Recorrido no atravesado jamás linealmente ni de una vez para siempre y, ante
todo, diferente siempre, nunca idéntico a otro. Recorrido en fin, emprendido
siempre una vez más, cada ocasión en que el niño se arroja y es arrojado a una
nueva aventura. Así, las primeras palabras... los primeros pasos... cada vez
peldaños de una empresa continuamente reabierta. Y también, un día, primeros
dibujos, apertura al papel. Se constata una diferencia cualitativa importante
con todo lo anterior. Estas primerísimas producciones gráficas, figúrales, al
tiempo que inician una profunda inflexión en la subjetividad sin precedentes,
nos permiten, al retomar en un nuevo ámbito viejas problemáticas ya liquidadas
o al menos medianamente atravesadas en otras instancias, algo que podemos
asimilar a obtener verdaderas "fotografías"... de momentos
pretéritos, de combates apenas extinguidos, que se actualizan ante el papel aun
vacío o aun por constituir y un abanico de colores. Espacio blanco que se
poblara de marcas, trazos, archiescrituras... letra, en fin, bajo las
apariencias del mamarracho en desorden. ¿Hecho simple del crecimiento? Antes
bien, resonante acontecimiento vital; he aquí la pulsión encarnada en lo que
antes de su paso era una simple "caja de pinturitas". Doble juego,
decíamos, del crear y del re-crear, como si empezando algo nuevo recomenzara
desde un hipotético cero la constitución de su ser-en-el-mundo. ¿Qué se juega
entonces para el niño en la experiencia de dar a luz sus primeros balbuceos de
trazo?
El proceso de construcción de la
subjetividad, es el proceso de devenir sujeto singular, la subjetividad es el
espacio interno, contenido, representado, autorrepresentado por el yo, y, por
lo tanto, es un espacio cuya consistencia e intensidad son variables. Lo digo
para retomar lo que decía al principio respecto a mi paciente de cinco años,
atrapada en sus síntomas del cuerpo, con vómitos y colitis nerviosa. A su mama
le angustiaba que creciera, no sabía cómo soltarla, como propiciar su
independencia, sin embargo quería, digo, acudir a solicitar ayuda ya es un
signo que buscar un bienestar, y su hija en condescendencia produjo sus
síntomas, digo, creo que cuando estos se producen ha es porque hay algo que no
se ha podido tramitar, ósea que habiendo aquí deseo de escindirse de mama,
había deseo de construir su propia
subjetividad de no seguir compartiéndola con mama, que la angustia de mama fuera
de ella nada más, fue su dibujo lo que inauguró ese acontecimiento, tramitando
de esa manera lo que le sucedía, el síntoma se fue disolviendo y volvió el
juego, los muñecos empezaban a tener voces y hablaban de lo que preocupaba.
Pienso que el dibujo antes que ser
un grafismo a evaluar, es una escritura en la que se han de soltar certezas
para tener preguntas, dejar el lugar de evaluador que también creo que pone al
niño desde ahí de objeto a estudiar y no, para devenir sujeto es importante
también que en la mirada del otro seamos sujetos pensantes, dejar el lugar de
“yo soy quien sabe de ti” porque quien sabe de sí mismo es el propio niño.
Dibujar es una de las primeras
cosas que los niños hacen, en paredes, en las mesas, en el papel, en su cuerpo,
la experiencia de dibujar libremente es inscribir esa esa escisión respecto al
cuerpo de mama en ese acontecimiento de devenir sujeto individual y de
inmediato me viene a la mente esos grafías “amorficas”, en “desorden” con un
montón de color que los niños hacen para darlas a mama con todo el entusiasmo y
en la importancia que ese adulto le da y entonces lo coloca en el refrigerador,
en la pared… El acontecimiento no es el dibujo, el gran acontecimiento es el
niño que se dibuja.
BIBLIOGRAFIA
Dolto François. 1984. La imágen
inconsciente del cuerpo. Barcelona. Paidós.
Dolto François. 2010. ¿Cómo educar
a nuestros hijos? Cd. de México. Paidós.
Fresler Alba. 2011. El niño en
análisis y el lugar de los padres. Buenos Aires. Paidós.
Fresler Alba. 2016. El niño en
análisis y las intervenciones del analista. Buenos Aires. Paidos.
Rodulfo Marisa. 2008. El niño del
dibujo. Buenos Aires. Paidós.
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