viernes, 20 de enero de 2023

El dibujo Infantil, signar la autonomía.



      Hace falta que haya uno que quiera comprender y desee saber sobre lo que alguien escribe sin letras tratando de darse a entender deseando ser comprendido y además tratando de comprenderse a sí mismo, de construirse y poder incorporar sus partes, usar sus recursos y darle vialidad a eso que le sucede, ponerlo en algún lugar, mostrárselo a alguien que desee saber de él y eso que le pasa, o también que sea capaz de mirar esas pistas que van dejando rastro de algo… Hay cosas que no se pueden decir en palabras, pero que sin embargo, están, además brotan por otras vías, es como que el niño con sus dibujos dijera también: “Quiero mostrarte algo, pero como no puedo decirlo con palabras te lo muestro con mi dibujo” y a menudo tengo la interrogante: ¿Qué es lo que este niño quiere que yo sepa de el? Que más allá de responderla de inmediato permite ir descubriendo, inscribiendo y apertura la mirada para poder dar lectura a eso que cada niño se dispone a mostrarme cuando el lenguaje hablado aun no alcanza, es entonces que las manos escriben con lápices de colores y hojas blancas en paredes, pizarrones, juguetes y el mismo cuerpo…

 

Dibujos, efusión de colores, formas, son medios espontáneos de expresión en la mayor parte de los niños. Les complace “contar “lo que sus manos han traducido entonces de sus fantasmas, verbalizando de este modo ante quien los escucha aquello que han dibujado y modelado. A veces esto que cuentan carece de relación lógica (para el adulto) con lo que el adulto creería estar viendo. Pero lo más sorprendente fue lo que poco a poco se me impuso como una evidencia: que las instancias de la teoría freudiana del aparato psíquico, Ello, Yo, Súper Yo, son localizables en cualquier composición libre, ya sea grafica (dibujo), plástico (modelado), etc. Estas producciones del niño son, pues, auténticos fantasmas representados, desde las que se pueden descifrar las estructuras del inconsciente. Tan solo son descifrables como tales para las verbalizaciones del niño, quien antropomórfiza, da vida a las diferentes partes de sus dibujos en cuanto se pone a hablar de ellos al analista. No otra es la particularidad del análisis de niños: Aquel lo que en los adultos se descifra a partir de sus asociaciones  de ideas sobre un sueño que ha relatado, por ejemplo, en los niños puede ilustrase por lo que dicen acerca de sus grafismos y composiciones plásticas  soportes de sus fantasmas y fabulaciones  en su relación de transferencia. El mediador de estas instancias psíquicas  (Ello, Yo y súper Yo), en las representaciones alegóricas que el sujeto aporta, revelo ser especifico. Lo he denominado imagen del cuerpo. Cito de François Dolto en su texto “Imagen inconsciente del cuerpo”.

El dibujo antes de ser traducido, pienso que da evidencia de un cuerpo en construcción, lo que François Dolto llamaba “imagen del cuerpo”. Escindirse del cuerpo de  la madre y construirse, construir una autonomía, hacerse un lugar  no solo tiene que ver con una situación de espacialidad, sino con una construcción psíquica. ¿Cómo separarse del cuerpo de la madre? Entonces me aventuraba a pensar en la dificultad que muchas personas tienen para inscribir y signar su propia diferenciación, para asumir lo que son y dejar de ser lo que los padres querían que fuera. Adquirir una autonomía subjetiva  significa asumir el propio deseo y escindirse del campo del deseo de los padres, construir el “Yo soy”, delimitar el espacio y tener autoridad en uno mismo…

Antes de adquirir la lectoescritura el niño dibuja y aun adquiriéndola me parece valioso pensarlo más allá de un requerimiento académico, porque la escritura en cualquiera de sus evoluciones y tiempos es  un recurso para poder decir algo por sí mismo, que no sea el Otro el que hable por mí, sino que sea Yo quien hable por mí mismo, así es entonces que, el dibujo infantil y la escritura es un modo de hacer hablar a los cuerpos mudos y silenciados, un modo de posibilitar el lenguaje y tener voz propia.

 

Cito a Alba Fresler, de su libro “El niño en análisis y el ligara de los padres” lo siguiente: “Los niños dicen de sus dibujos: “Es un nene”,  o “Soy yo”, “ Es una casa”. Estas formas expresivas no solo afirman lo que el dibujo es, también afirman lo que el dibujo no es, también afirman lo que el dibujo escribe de un no. Es que, dicho con precisión el dibujo muestra la escritura de un no. No es un nene, el dibujo no lo es, no, tampoco es una casa: todos ellos escriben una ausencia. Más aun en ese preciso instante, dan ocasión en que el pasaje al plano algo no pase de lo real. Por lo tanto de un modo conmovedor, con el dibujo, con cada dibujo, se realiza un acto inaugural, un paso del sujeto, un trazo existencial. Se revela con esa vía, los modos en que se expresa la función del dibujo en la constitución del sujeto de la estructura. A su vez, sumado a lo anterior, cuando el dibujo se realiza en transferencia, cobra otra especificidad que invita a la pregunta: ¿Qué hacemos los analistas con el dibujo?” 

Me parece más valioso tener a la mano preguntas que tener un sin fin certezas, el “no lo sé” como un posibilidad para ingresar a ese mundo que se me está mostrando a pedazos y entre trazos y juegos… En alusión a lo anterior hago recuerdo de mi paciente de cinco años que llego angustiada hasta el llanto, aferrándose a su mama y al mismo tiempo mirando todo lo que había pasando la puerta del consultorio… Sostenida de mi mano y limpiándose las lágrimas después de presentarme con ella se animó a pasar dejando a su mama afuera pero además diciendo inmediatamente: “Yo quiero dibujarte algo” A mí me salto la pregunta después de ver su “aquí demando Yo”, “Aquí digo Yo”, ¿Qué es lo que quiere que sepa y que además nos es posible hacerlo de otra forma sino que  iniciando con un dibujo? Pues bien, el dibujo empezaba a signar esa escisión con su madre que tanto le estaba costando, es decir, el dibujo por supuesto que tenía sus elementos importantes y dignos de traducción  lo cual fui sabiendo poco apoco,  pero de primera instancia era un hablar por sí misma, salirse de una condición de objeto que la tenía angustiada y llena de síntomas que la impedían, vómitos que le venían cada que se separaba de su madre, así es como su dibujo era un empezar adquirir su propia voz y hacerse escuchar.

“Ahora bien, ¿Qué ocurre con el dibujo? Cuando un niño dibuja, con el diseño de sus trazos, abre para el sujeto el tiempo de escriturar sus respuesta diferencial. Y lo hace con un alcance novedoso, pues en ese accionar se va generando un desmantelamiento que separa la afinidad entre lo real y la realidad. En este sentido, el niño es, en cierta medida más surrealista que realista: desjunta el dibujo de la realidad.” (3)  Plantea Alba Fresler en otro de sus textos, El niño en análisis y las intervenciones del analista.

Escribir un mundo distinto, escribir su diferenciación, tan surrealista como lo prefiera, a fin de cuentas suyo, con sus modificaciones y marcas, ir signando ese límite que separa dos cuerpos y existir fuera del campo originario de quien lo vio nacer. Pienso que en varias ocasiones la dificultad no es que el niño tenga angustias, se enoje, tenga miedos o que experimente afectos hostiles, sino lo importante será que todos esos no sean los de sus padres, sino propios, que no sea objeto de depósito del adulto, sino que pueda escindirse de ellos y experimentar y nombrar lo propio, segregar y simbolizar…

La función simbólica implica la función de similitud reconocida, la noción de sensación autónoma, la noción de deja vu, es decir, del tiempo. La utilización voluntaria de la función simbólica implica la discriminación del prójimo y de sí mismo, es decir, la noción de espacio y de cuerpo propio, en ese espacio con la noción de mediador común (mímica, sonido, señal) intermediario entre dos cuerpos propios y valorados de manera semejante por los dos seres vivos. La utilización de la función simbólica implica la noción de perdurabilidad de la separación de los cuerpos, más allá de la resonancia sensorio-afectiva, función común que los ha unido momentáneamente en el espacio, implica la noción de la existencia de la separación.” Menciona François Dolto en ¿Cómo educar a nuestros hijos?

Es importante destacar las funciones y cuidados maternos en el desarrollo del pensamiento del niño, es la madre quien ayuda al niño y le da consciencia de sí mismo, sus afectos y sus necesidades, quien le va dando lugar y nombra lo que le sucede desde que nace, con palabras y actos que hacen de sostén para el niño. Simbolizar tiene que ver con la fantasía, la imaginación, la creatividad y posibilidad de sentir las propias emociones. Que valioso cuando una madre también es capaz de hacer todo esto y además que es consciente de posibilitar la diferenciación de su hijo haciéndose cargo de su sentimiento de apropiación del hijo, trabajando además sus angustias y separándolas del hijo y no depositándolas en él, es entonces el trabajo en donde surge la incomodidad, la frustración tan valiosa para delimitar y estructurar e ir separando esa unión en la que hay dos y cada uno es diferente.

El proceso de separación individuación no es una operación sencilla de asumir y sobrellevar sobre todo cuando en la historia de la humanidad y de manera social se es señalado por no pensar igual, por estar distinto, implica poder además lidiar con la individualidad, la incompletud, con sentirse solo, distinto y hacerse un lugar en el mundo, sin embargo creo que es de las cosas más valiosas y que es importante la labor que se pueda hacer con el niño para acompañarlo en ese proceso, simbolizar implica esa separación, dibujar un mundo propio.

 

Cito de Marisa Rodulfo, con su texto “El niño del dibujo”.  La cría humana, desde el momento de su nacimiento, ha de atravesar múltiples peripecias para constituirse —a través de procesos en principio abiertos, inacabados— en sujeto apuntalado en el organismo, pero irreductible a él. Recorrido laberintico, entramado por marchas y contramarchas, escandido por detenciones, tanto como por saltos pronosticables pero impredecibles en su dirección ultima. Recorrido no atravesado jamás linealmente ni de una vez para siempre y, ante todo, diferente siempre, nunca idéntico a otro. Recorrido en fin, emprendido siempre una vez más, cada ocasión en que el niño se arroja y es arrojado a una nueva aventura. Así, las primeras palabras... los primeros pasos... cada vez peldaños de una empresa continuamente reabierta. Y también, un día, primeros dibujos, apertura al papel. Se constata una diferencia cualitativa importante con todo lo anterior. Estas primerísimas producciones gráficas, figúrales, al tiempo que inician una profunda inflexión en la subjetividad sin precedentes, nos permiten, al retomar en un nuevo ámbito viejas problemáticas ya liquidadas o al menos medianamente atravesadas en otras instancias, algo que podemos asimilar a obtener verdaderas "fotografías"... de momentos pretéritos, de combates apenas extinguidos, que se actualizan ante el papel aun vacío o aun por constituir y un abanico de colores. Espacio blanco que se poblara de marcas, trazos, archiescrituras... letra, en fin, bajo las apariencias del mamarracho en desorden. ¿Hecho simple del crecimiento? Antes bien, resonante acontecimiento vital; he aquí la pulsión encarnada en lo que antes de su paso era una simple "caja de pinturitas". Doble juego, decíamos, del crear y del re-crear, como si empezando algo nuevo recomenzara desde un hipotético cero la constitución de su ser-en-el-mundo. ¿Qué se juega entonces para el niño en la experiencia de dar a luz sus primeros balbuceos de trazo?

El proceso de construcción de la subjetividad, es el proceso de devenir sujeto singular, la subjetividad es el espacio interno, contenido, representado, autorrepresentado por el yo, y, por lo tanto, es un espacio cuya consistencia e intensidad son variables. Lo digo para retomar lo que decía al principio respecto a mi paciente de cinco años, atrapada en sus síntomas del cuerpo, con vómitos y colitis nerviosa. A su mama le angustiaba que creciera, no sabía cómo soltarla, como propiciar su independencia, sin embargo quería, digo, acudir a solicitar ayuda ya es un signo que buscar un bienestar, y su hija en condescendencia produjo sus síntomas, digo, creo que cuando estos se producen ha es porque hay algo que no se ha podido tramitar, ósea que habiendo aquí deseo de escindirse de mama, había deseo de  construir su propia subjetividad de no seguir compartiéndola con mama, que la angustia de mama fuera de ella nada más, fue su dibujo lo que inauguró ese acontecimiento, tramitando de esa manera lo que le sucedía, el síntoma se fue disolviendo y volvió el juego, los muñecos empezaban a tener voces y hablaban de lo que preocupaba.

 

Pienso que el dibujo antes que ser un grafismo a evaluar, es una escritura en la que se han de soltar certezas para tener preguntas, dejar el lugar de evaluador que también creo que pone al niño desde ahí de objeto a estudiar y no, para devenir sujeto es importante también que en la mirada del otro seamos sujetos pensantes, dejar el lugar de “yo soy quien sabe de ti” porque quien sabe de sí mismo es el propio niño.

Dibujar es una de las primeras cosas que los niños hacen, en paredes, en las mesas, en el papel, en su cuerpo, la experiencia de dibujar libremente es inscribir esa esa escisión respecto al cuerpo de mama en ese acontecimiento de devenir sujeto individual y de inmediato me viene a la mente esos grafías “amorficas”, en “desorden” con un montón de color que los niños hacen para darlas a mama con todo el entusiasmo y en la importancia que ese adulto le da y entonces lo coloca en el refrigerador, en la pared… El acontecimiento no es el dibujo, el gran acontecimiento es el niño que se dibuja.




BIBLIOGRAFIA

Dolto François. 1984. La imágen inconsciente del cuerpo. Barcelona. Paidós.

Dolto François. 2010. ¿Cómo educar a nuestros hijos? Cd. de México. Paidós.

Fresler Alba. 2011. El niño en análisis y el lugar de los padres. Buenos Aires. Paidós.

Fresler Alba. 2016. El niño en análisis y las intervenciones del analista. Buenos Aires. Paidos.

Rodulfo Marisa. 2008. El niño del dibujo. Buenos Aires. Paidós.

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