viernes, 10 de marzo de 2023

El nacimiento de un hijo: La dulce espera de una madre.




“Naciste en mi mente, me despertaste el corazón y en mi vientre veniste a hacer palpable esa ilusión. “ (Memoria de una paciente).

Esperar a que esté listo, a que esté preparado para llegar, que su cuerpo se forme para que pueda nacer, sin permitir que el tiempo pueda derrotar, sin prisa y sin desesperación. Esperar es una forma de maternar, de irse convirtiendo en padre o madre, de darle un lugar a l hijo que vendrá y que hora ya está preparándose para salir, que no solo se alberga en el cuerpo de su madre y se alimenta de su sangre y sus nutrientes, sino también de sus fantasías, sus miedos, su alegrías, sus temores, que se va haciendo un lugar y muestra signos de vitalidad…

Esperar a un bebé al que se le ha pensado, imaginado, del que ya se habla, por el que ya se pregunta, un bebé que viene a ser un acontecimiento porque se inaugura una nueva vida y una nueva familia, es desde entonces que  un niño necesita tiempo y un espacio adecuado para crecer y desarrollarse, sin la premura de vivir , es desde entonces que saber y poder esperar pacientemente a que esté listo es una muestra de amor materno.

Es una paradoja de la maternidad: en la espera del embarazo, el niño solo puede estar en el mundo a través de la madre, pero aún no está en el mundo como sujeto. La madre espera a quien ya lleva consigo, sin saber quién es y sin saber cómo es, sin haberlo visto nunca. La espera de la madre es una espera sin precedentes que ni siquiera las máquinas de la ciencia pueden reducir: el encuentro con un hijo es un encuentro con un absoluto que es incomparable, que no puede ser confundido con nadie más; existencia irrepetible que no encuentra analogía alguna de sí misma en el mundo, trascendencia, vida nueva, vida que viene al mundo como algo insustituible, inimitable, combinación singular de necesidad y libertad, irreproducible, perpetua y radicalmente vida de un «hijo único».(Masssimo Recalcati. Las manos de la madre).

Pensar en el embarazo, es detenerse a esperar, mirar, vivir la modificación y acondicionamientos que requiere una vida para poder surgir, se modifica  el cuerpo de la mujer, pero no solo el físico que sin duda tiene muchos cambios, pues una nueva vida necesita sus condiciones, no son únicamente las hormonas, también es el inconsciente, la imágen corporal se ve afectada significativamente, la vida de la mujer adquiere cambios en sus actividades, en su manera de estár consigo misma, con la pareja y en su contexto, el mundo interno ha tenido un impacto lo suficientemente importante y significativo para empezar a tener cambios y alteraciones.

“No había podido dormir, aunque ha sido hermoso, siento que mi cuerpo no me pertenece y al mismo tiempo sí”, “me da miedo no poder reconocerme después, por eso escribí en un cuaderno todo lo que no quiero olvidar, lo que me gusta, lo que me caracteriza”, decía mi paciente. Sin duda hay preocupación, miedos y fantasías concentradas en preguntas de ¿Cómo será ése bebé? ¿Cómo seré como madre? ¿ cómo me sentiré conmigo misma y con la vida que he engendrado cuando nazca? Aquí las dudas empiezan a tener lugar como una preocupación, pero también son una apertura y es importante más que apaciguar la preocupación propiciar la construcción, que esa mujer empiece a construir su propia maternidad, que vaya preparando un lugar y tomando un espacio como madre, lo cual también será parte de las modificaciones de su identidad y de su nueva vinculación con el mundo.

Durante el embarazo, a medida que su cuerpo se encarga de la formación física del feto, la mente se encargará de la formación de la idea de la madre en que se va a convertir. Al mismo tiempo comenzara a construir la imagen mental de cómo cree que será él bebe. De alguna manera se van produciendo tres embarazos que se van desarrollando simultáneamente: El feto físico que se desarrolla en la matriz, la actitud de maternidad que se desarrolla en la psique y el bebe imaginado que toma forma en la mente. (El nacimiento de una madre)

No reconocer el propio cuerpo, no reconocerse a sí misma, sentir esa extrañeza que a veces se agudiza y otras se logra acomodarse, ya no se está siendo igual que antes, lo infantil hace retorno y no se va hasta hacerse escuchar, las angustias más que reprimirlas habrá que darles un lugar, inaugurar preguntas y elaborar el conflicto.

El embarazo no es por completo la  maternidad, pero si es la puerta de entrada a ella, pues ésta se va preparando y construyéndo, no se sabe ser madre, no hay instinto, hay deseo de querer cuidar a otro y ver por su bienestar. El embarazo es un estado antes de la maternidad y un  túnel de preguntas e incertidumbre, pero es la pregunta y el conflicto lo que van inaugurando una maternidad, ahí es donde va naciendo una madre. El conflicto interno está también de la mano con el deseo, lo que propicia establecerse en un nuevo lugar, creando las condiciones adecuadas, entonces, el conflicto es una ola que hay que tomar para poder desarrollar algo, en este caso una maternidad.

Es la espera de la madre la que prepara su lugar en el mundo a quien está ya en el mundo sin estarlo aún. No ha nacido todavía el hijo, y ya se decide su nombre, se le prepara la habitación y la cuna donde se le colocará. La espera es una interpretación de la ausencia del hijo, aún custodiado en el útero, a la luz del deseo. Se trata de una auténtica vigilia. Lo contrario a la agitación atareada que impulsa nuestro estar en el mundo cotidiano. (Massimo Recalcati, Las manos de la madre). 

¿Y cómo espera una madre? En la manera de esperar está también construyéndose un vínculo con el hijo, la relación con él va mediada de acuerdo a la manera en que a éste se le desea conocer y se le percibe desde las entrañas del vientre, se despierta la ternura y la alegría, ya se le siente como un hijo, no es un extraño porque se le va dando un nombre el cual unifica todo lo es ya ese niño, además le da una identidad y un lugar. Quien nombra ya a ese niño le da forma y se le invita a la vida.

Hay una constante ambivalencia de emociones, felicidad por la llegada del nuevo bebé y al mismo tiempo una nostalgia y tristeza  por lo que se habrá que despedir, un cuerpo, una identidad, un trabajo, los amigos, la vida anterior. El devenir imaginario transita entre la pérdida y el hallazgo, un cuerpo en constante transformación y otro cuerpo que fabrica  incansablemente, que ya le demanda y también le produce alegrías e incomodidades, pues un bebé no es un ser del todo pasivo, se mueve y demuestra actividad en el útero.

Un bebé está formado, una madre está estableciendo también, ¿se está completamente preparada para ser madre? Quizá no, es algo que continuará en construcción, lo que es cierto es que ya hay un hijo y alguien que lo espera con alegría para tomarlo en brazos y reconocerlo, conectar con el  y cuidarlo, eso ya da lugar a ser mamá.

El nacimiento de un niño no es solo la llegada al mundo de alguien a quien esperábamos ver la cara, de alguien que esperábamos acoger en nuestros brazos. Junto a la vida del hijo viene de nuevo a la vida el mundo también. La espera de la mujer abre la posibilidad de que salga a la luz otro mundo que encuentra su expresión encarnada en la vida nueva de su hijo. En este sentido, el regalo de la vida es un don que hace que el mundo vuelva a empezar. Entre el mundo de antes y el mundo de ahora ha tenido lugar el nacimiento del hijo y este nacimiento no solo ha cambiado la vida de una pareja, de una madre y de un padre, sino la propia faz del mundo, ha vuelto a poner en marcha el mundo. Indudablemente, el mundo sigue siendo, por un lado, el mismo de antes, pero por otro lado ya no podrá volver a ser el de antes. (Massimo Recalcati. Las manos de la madre).

El parto es el final del embarazo, al que la sociedad, médicos, familia están atentos, para lo psíquico es un momento de delimitación entre la mujer y el bebe, el miedo al parto aunque intenta ser domado con insistencia o sugestión,  pero de manera inconsciente se pone en juego el miedo a ser madre y toma forma en el discurso: miedo a perder el niño al dar a luz,  una frontera obligada a cruzar para ahora transitar el post parto. 

Decía una paciente: “Tengo miedo de que no conecte con ella como lo hemos hecho estos últimos meses adentro de mi”, “si inducen el parto, me da nostalgia porque entonces siento que la estoy desalojando”.

Un miedo latente a parir se hace presente, ¿Pues qué signa el parto? Parir signa separar dos cuerpos, el del bebé y la madre, en donde lo que quedará es un vientre desalojado, ya no habrá bebé y la ilusión de ser uno solo queda rota, ahora lo que hay es una realidad, la de a ser madre, tener un bebé en brazos que demanda mirada, atenciones y cuidados, se solicita vinculo, la madre creadora del concepto de necesidad y no es que vea al hijo e falta sino que es capaz de lograr identificación tal que propicia comprender lo que al bebe le sucede. 

Así como lo expresaba mi paciente: “Me mude de casa y siento que también me estoy mudando de cuerpo, así como mi departamento quedo vacío, mi bebe saldrá y mi vientre quedara sin nadie”. Entre mudanzas, maletas y una nueva casa esta una madre que ahora tiene en sus brazos a su bebe, con una vida y casa nueva, un cuerpo apenas recuperándose así es como ahora hay que atravesar un post parto.

¿Hay depresión post parto? Pocas veces se habla de ésto o bien se alude con idealizaciones sociales y culturales, faltas de empatía y acompañamiento como: “Deberías estar feliz, tienes a tu bebe”, “Estas demasiado emotiva”, entre otras, que caen nuevamente en una maternidad rosa e idealizada, no real, lo cual conviene despejar…

 En la depresión post parto, la mujer parida, quizá no desea ese estado anterior del embarazo que habrá sido cómodo o no, en muchas ocasiones hay culpa por no haber estado a la altura del imperativo social, habrá que cuestionar ¿Qué tan alienada se esté a lo que los demás quieren de mí?... Por eso es que el post parto se vincula más que con el bienestar perdido, con la conflictiva y modificación de ¿Cómo ahora se relacionará esa mujer siendo madre con el mundo? Los amigos, espacios sociales, el trabajo, la casa, la pareja. Como anteriormente lo mencionaba, ante el hecho de confirmar el embarazo lo que se modifica es el vínculo, la manera en que esa mujer se relacionara a partir de ahí con su entorno y la pregunta que salta es ¿y ahora cómo voy a hacer con el trabajo?, "Quizá ya no pueda ir con las amigas".

Comentaba mi paciente: “Me doy cuenta que ya son las últimas veces que mi esposo y yo estamos solos, quien sabe hasta cuando volvamos a ser solo él y yo sin nuestra hija, pero aunque ella no estuviera físicamente estará en nuestros pensamientos.”

¿Cómo incorporarse nuevamente al mundo? ¿Cómo hacerse un lugar otra vez? Madres que han dejado su trabajo, las amigas que antes se tenían se alejaron, otras ya no están, una misma reconsidero seguir frecuentando o no  a alguien ¿Quién quisiera escuchar lo que le pasa ahora a una reciente madre y sus actuales preocupaciones y su nueva vida? El mundo ya no es igual, esa mujer experimenta la soledad y al mismo tiempo la alegría, un gozo de tener a su bebe, además va incorporando sus partes, está viviendo una locura parcial, un túnel de fantasías inevitable para recuperarse y volver a construirse, recuperar una posición femenina ahora como madre.

“Estoy muy atenta, pendiente de lo que necesite, a cada minuto casi veo que si respira”. Decía… Se adquiere una posición receptiva, se establece un vínculo con ese bebe que posibilita comprender sus necesidades. 

El mundo del Uno se ve dominado por el mundo del Dos, dado que es siempre un acontecimiento del Dos y nunca del Uno; es siempre una experiencia radicalmente plural. Por eso todos nacemos en la oscuridad, ciegos, privados de la luz del mundo; esperando la luz que proviene de la palabra del Otro, desde el «exterior» del vientre materno. (Massimo Recalcati. Las manos de la madre). 

El post parto significa encontrar una nueva posición ante el mundo nuevo al que se tendrá nuevamente que incorporarse no solo la mujer sino también el hijo, se adquiere una posición  receptiva ante el hijo, que como lo decía antes, permita que estos dos se relacionen entre sí, el hijo se ve a sí mismo a través de su madre. Entonces en el post parto la paciencia como regalo del tiempo recorre el embarazo y prosigue en la atención al hijo hasta el reconocimiento de su libertad. Los cuidados maternos no serían posibles, de hecho, sin la paciencia como elevada forma de respeto hacia las particularidades más particulares del hijo.

La maternidad es adquirir una manera distinta de responder ante la angustia y la frustración, una madre acompaña a su hijo en su crecimiento y desarrollo, con la figura de la espera y el regalo de la paciencia, un ritmo propio que cada niño tiene que no lo pone a destiempo de otro. 

En la maternidad va ser necesario que la madre se haga cargo de sus propias angustias, que éstas no queden depositadas en el niño, por ejemplo, la premura de que crezca, de que haga las cosas rápido y como se le piden, las exigencias maternas que son frecuentes en la consulta y le restan al desarrollo de cada niño y que además van patologizando infancias.

Me parece valioso además el acompañamiento que se le pueda dar a una mujer durante el embarazo, y sobre todo la importancia que alguien le pueda dar a esta etapa que ya forma parte de la historia del niño, creo que es una manera de cuidar, es decir, la mujer que tiene un espacio para elaborar y poner sus angustias va sabiendo como posicionarse en su realidad y con su hijo que está por llegar. 

La espera de un hijo corresponde ya a maternar y paternar, el cómo se le espera corresponde ya a su historia de vida para darle lugar a un gran acontecimiento, la vida de un niño. 



La ley paterna



Madre de lo inconexo y fragmentario, hija del olvido y la desmemoria, la locura es la solución al inminente sentido de la vida. Está con nosotros desde las horas estancadas de la infancia, cuando nuestro tiempo aún no había aprendido a fluir, cuando las semanas nos parecían eternas y era imposible escapar de aquellos días dilatados en extremo. Nos ayudó entonces no solo para que fantaseáramos con la existencia de un amigo, sino para que la necia repetición de nuestros juegos pueriles nos resultara divertida. Contra la vivencia de la eternidad nos revelo el juego y contra el tedio infantil, la risa. De aquella lenta, lentísima etapa no habríamos terminado de salir sin su auxilio porque ningún cuerdo es capaz de cruzar la infancia, ese infierno que no solo es exasperante  por lo largo de sus horas, sino porque ahí conocemos por primera vez la esencia de las reglas: la prohibición. (Oscar de la Borbolla, Filosofía para inconformes, 2018).

Un padre implica en la vida del hijo esté o no presente, porque aún la ausencia paterna se inscribe en el psiquismo.

Las funciones paternas direccionan el deseo del hijo en donde éste sea posible, dónde si pueda construir y haya crecimiento. La fuerza del padre, que no implica violencia, sino más bien un sentir en el hijo, propicia una individualidad, el desarrollo de una autonomía y una elaboración del propio deseo, un padre al establecer la prohibición al deseo incestuoso del hijo da viabilidad a su deseo y además le da civilidad al hijo frustrando ese deseo incestuoso dirigido a su madre en un primer momento, de ésta manera da un orden, edificando ley, normas, límites, reglas de convivencia social y familiar que ya sacan al hijo de una condición de criatura y que lo humanizan dándole un lugar de sujeto civilizado, ingresandolo además a la cultura e inagurando el Complejo de Edipo.

La infancia constantemente más intensa que tranquila, actualmente más adaptativa que estructurante y consciente, pues  construir una consciencia requiere de  tiempo, pero además requiere de la presencia de otro, un tercero que desee darle un lugar para habitar en el mundo y ser parte de una sociedad, la ley del padre que con la prohibición inaugure el psiquismo infantil, la ley paterna que estructura y saca al niño de una condición de criatura para iniciarlo como sujeto de deseo y al mismo tiempo como un sujeto social y civilizado. Tener un padre que transmita ley, significa poder tener un orden, no a modo de fuerza violenta sino a modo de dar lugar, un orden en el fuero interno además. 

La crianza a menudo una travesía llena de alegrías pero también de retos y desafíos, de fantásmas y conflictivas, la crianza no puede quedar unicamete cómo un coucheo para adaptación del niño, porque está atravesada por las historias personales de los padres, criar a un niño resignifica la propia crianza y la propia historia, en éste caso, nuestro paso y transmisión de la ley, el acompañamiento que nos dieron nuestros pripios padres en representación de la cultura en un principio y posteriormente en nuestro paso por la escuela lugar de transmisión del aprendizaje pero no solo académico, en ésta última quisiera puntuar el papel tan valioso que significa, puesto que cuestionaba ¿Qué significa ir a la escuela? Entre otras cosas significa hacer una escisión, signar una separación, establecer un límite que separa al niño si del cuerpo de su madre pero también de su campo, signa una individualidad , es posible que ese es el aprendizaje más importante que la escuela a modo de función paterna hace.

La importancia de tener un padre, que establezca una ley es tener la posibilidad de construir una vida propia, de darle sentido, pero sobre todo de poder un día prescindir de ese que nos acompañó a crecer para realizarnos como personas. Un padre que en el mejor de los casos nos saca del caos para mostrarnos una manera de andar por el mundo, permitiéndonos el error y la experiencia, que no dice que hacer, sino que da la posibilidad de reflexionar y transmite su fuerza ante la vida, no es el padre biológico el que lleva a cabo las funciones paternas e instaura la ley, es quien lleva a cabo estás funciones, una madre que se hace cargo de sus sentimiento de propiedad del hijo y propicia su separación y signa límites, es la escuela, los amigos quienes van construyendo también en el psiquismo infantil una estructura.

Con la transmisión de la ley queda inaugurado el Complejo de Edipo, atravesando así  la pérdida, el corte, la castración. El primer contacto cultural, social y psicoafectivo lo da la madre, por lo tanto es también ella quien debe o hace que la ley del padre se lleve a cabo, esa castración que separa al hijo de su madre y rompe con esa relación simbiótica, dando individualidad,  contacto con la realidad y así funda una consciencia.

Con la triada Edipica, el niño adquiere la conciencia de la ley; lo que implica vivir conforme a leyes que, por ejemplo, indican nuestra calidad ciudadana. Cuando enseñamos a decir «por favor», «perdón» y «gracias» estamos transmitiendo leyes que tocan lo más propio de lo humano, porque no podemos pedir que nos traten bien si no tratamos bien a los otros, porque el respeto es un lazo fundamental en el trato con el prójimo. Lo cierto es que un niño aprende mucho más que palabras útiles (que puede usar según conveniencia) cuando se lo ha tratado con el respeto que esas palabras suponen. ¿Cuántos padres les piden a sus hijos las cosas en término de favor? ¿Cuántos les agradecen? ¿Cuántos se disculpan después de algún error en lugar de creer que semejante trato sería imprudente porque los llevaría a perder autoridad? La autoridad no es la impostura, como habremos de ver más adelante en este libro. (Luciano Luterau. Mas crianza menos terapia).


Interiorizar la ley significa dar realidad,  sobre todo mostrarle un comportamiento social que le permita convivir y estar en la cultura siendo un ciudadano, trasmitirle valores sociales que van humanizándolo y civilizandolo, además ayudándole a reconocer al otro como humano también, transmitir lo normativo y no me refiero a emparejarlo sino al hecho de dar civilidad al hijo, darle vialidad a su deseo imposible con su madre pero posible en otro lugar, con el desarrollo de un proyecto de vida, de intentar algo con la gran posibilidad de que suceda y que además le posibilite su libertad, que sea un sujeto de derechos y responsabilidades. La prohibición dada por la función paterna despierta al niño de esa ilusión de ser uno solo con su madre, lo incomoda, produciéndole frustración y le voltea la mirada hacia el mundo, hacia la vida misma.

Cuando pensamos en frustración, de inmediato remite a la incomodidad, al enojo, a la dificultad de sostenerla y a veces de darla, hoy en día los vínculos paternos parecen más infantilizados, el establecimieto de límites y reglas es una demanda constante en la consulta, además de que ha cambiado la manera de establecerlos, es decir, se hacen concensos familiares, no del todo se establecen de arriba hacia abajo, sino de manera colectiva, entre la familia. En cuanto a la frustración me parece que es habitual creer que los afectos hostiles sencillamente no deben ser, la gente desea escindirse de ellos más que poder notar su importancia y sobre todo su función. La frustración hace favor de hacer el conflicto, de separar y estructurar, de dar lugar, así que lo que es importante es sostenerla siempre afectivamente, validarla, darle lugar, no se trata de evitarla.

La noción freudiana de complejo de Edipo, entonces, permite desbancar las concepciones que hoy en día pretenden pensar la crianza como un proceso adaptativo. La intervención del padre, además, es el referente de un modo no autoritario de autoridad. Poco importa que el padre sea varón o no. La paternidad es una función que establece que, ante un conflicto con un deseo, podamos —a pesar de la angustia— aceptarlo como un factor de crecimiento. Sin esta función, adoptamos una actitud pasiva, permanecemos en la posición infantilizada de dejar que las cosas nos ocurran o, simplemente, reaccionamos a la circunstancia. El padre es una función que nos permite ser fuertes en los momentos más difíciles, no porque nos identifiquemos con un ideal, porque a la hora de atravesar conflictos no hay ideal que valga. (Luciano Lutereau. Más crianza, menos terapia).

Interiorizar a un padre, significa interiorizar una brújula que posibilite ir encontrando  dirección y posibilidad de construir,  quedando establecido un Super Yo también, permite encontrar fuerza en uno mismo para los momentos difíciles y de conflicto, es creer que lo podremos resolver a pesar de sentirnos debilitados, que seremos capaces de reconstruir después de tener tempestades, aún estando solos. Las operaciones psíquicas de separación individuación son propiciadas por la interiorización de la ley paterna que viabiliza y ayuda a la construcción del deseo del niño y con ésto un proyecto de vida. 

Encaminarse en la crianza, es un trabajo más complejo que solo cuestiones de adaptabilidad del niño y por supuesto de los padres, por ejemplo, cuando se dice que un niño tiene problemas con la autoridad, que no se adapta, que no sigue reglas, en realidad si, un niño está en ese proceso, no podemos esperar comportamientos civilizados del todo, muestra frustración y reparo, introducir ley, dar limites es tener que re direccionar su deseo, darse cuenta que no todo es posible, que es un ser limitado, finito y que va a tener que renunciar a su omnipotencia para poder construir, que además no siempre será como quiere, ahí donde hay conflicto y deseo hay crecimiento en donde más que someter se trata de acompañar afectuosamente, pues ganarse la confianza y la obediencia de un niño lleva tiempo y requiere de un adulto que también que esté bajo la ley, esta que le haga saber al adulto que no se trata de hacer daño sino de mostrar diligencia y fuerza de voluntad.

Una ley no es una regla. Una ley transmite un criterio, una regla dice qué hacer. Este es un aspecto fundamental. Muchas veces me encontré con padres que intentan disuadir a sus hijos respecto de que no deberían hacer tal o cual cosa «porque no (te) conviene». Esta reducción de la ética a un mero instrumento individual me resulta penosa. El descubrimiento más importante del psicoanálisis es que nuestros conflictos tienen un fuerte valor ético, porque en el desgarramiento moral es que podemos vivir una vida humana que no sea acomodaticia, cuyos actos comprometan más allá de cualquier ventaja o beneficio, porque la capacidad de decidir actúa sobre lo más íntimo de nuestra vida: lo que habremos de ser. Al decidir, no elegimos entre una cosa u otra, sino a nosotros mismos. (Luciano  Lutereau. Mas crianza menos terapia)

No se trata de decirle qué debe pensar, sino habilitar su mente, ejercitar su razonamiento, como cuando los niños cuestionan las reglas o las normas con su pregunta de ¿Por qué si? O ¿Por qué no? Cuestionamientos signo de raciocinio y adquicion de consciencia, el "¿Por qué?", que alude a la causalidad de las cosas y los hechos, que permite la exploración del mundo al que ha sido introducido. 

La pregunta como muestra de la capacidad de pensar y de raciocinio, además de apertura al análisis, como signo de humanización pero sobre todo como signo emancipatorio, pues no solo es el cuerpo lo que la ley paterna separa sino también el pensamiento, las angustias, los afectos, simbolizar el mundo es parte de tener un padre que propicia el conocimiento de él.

Hay padres que dicen en consulta: “Yo creo que he sido un mal padre”, “Vengo para que me diga que tan buen o mal padre he sido”. Lo cierto es que la consulta no es un coucheo, eso quizá no quiere decir que no se pueda ayudar a pensar en la redirección de la crianza o que se piense un poco en como un padre se está desempeñando, pero es importante pensar  que el error siempre estará, porque lo que se trasmite con la ley paterna además de,  son los conflictos propios que también se tienen, la manera en cómo siendo niños también nos trasmitieron y que ahora siendo padres conflictuan, brotan los fantásmas y los sentimientos de hostilidad, los celos, propios del conflicto Edipico, el enojo y lo frustrante.

Me parece importante pensar lo que sucede actualmente en la época que vivimos, dónde a veces el vínculo con el hijo es laxo, ésto da más pie a la complacencia y a la falta de estructura, a padres y madres des ubicados, con dificultades para sostener frustración o incluso evitarla, actualmente es frecuente, a veces el lugar de padre no está o al menos no está bien establecido, los padres abandonan su lugar quedando más como hijos o como "amigos" del hijo, lo cual además de causar confusión, angustia al hijo, porque éste necesita de alguien que le guíe y muestre dirección, que le ayude a sostenerse y establecer su vida poco a poco, quizá para los padres sea más cómodo, pero para el hijo se vuelve un caos, porque un amigo tiene otras funciones que distan mucho de las de ser un padre.

Establecer Ley y hablar de límites, no solo tiene que ver con reglas en la cultura sino con el reconocimiento en el propio niño de ser un sujeto limitado, reconocer las propias limitaciones da cuenta de que no se es omnipotente, como hasta entonces el niño lo venía considerando, e ahí la herida narcisista que se apertura a la renuncia y así al reconocimiento del otro, la posibilidad de establecer  vínculos y de mejorarlos, renunciando a algo de si mismo.


Un sueño creativo

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