viernes, 10 de marzo de 2023

La ley paterna



Madre de lo inconexo y fragmentario, hija del olvido y la desmemoria, la locura es la solución al inminente sentido de la vida. Está con nosotros desde las horas estancadas de la infancia, cuando nuestro tiempo aún no había aprendido a fluir, cuando las semanas nos parecían eternas y era imposible escapar de aquellos días dilatados en extremo. Nos ayudó entonces no solo para que fantaseáramos con la existencia de un amigo, sino para que la necia repetición de nuestros juegos pueriles nos resultara divertida. Contra la vivencia de la eternidad nos revelo el juego y contra el tedio infantil, la risa. De aquella lenta, lentísima etapa no habríamos terminado de salir sin su auxilio porque ningún cuerdo es capaz de cruzar la infancia, ese infierno que no solo es exasperante  por lo largo de sus horas, sino porque ahí conocemos por primera vez la esencia de las reglas: la prohibición. (Oscar de la Borbolla, Filosofía para inconformes, 2018).

Un padre implica en la vida del hijo esté o no presente, porque aún la ausencia paterna se inscribe en el psiquismo.

Las funciones paternas direccionan el deseo del hijo en donde éste sea posible, dónde si pueda construir y haya crecimiento. La fuerza del padre, que no implica violencia, sino más bien un sentir en el hijo, propicia una individualidad, el desarrollo de una autonomía y una elaboración del propio deseo, un padre al establecer la prohibición al deseo incestuoso del hijo da viabilidad a su deseo y además le da civilidad al hijo frustrando ese deseo incestuoso dirigido a su madre en un primer momento, de ésta manera da un orden, edificando ley, normas, límites, reglas de convivencia social y familiar que ya sacan al hijo de una condición de criatura y que lo humanizan dándole un lugar de sujeto civilizado, ingresandolo además a la cultura e inagurando el Complejo de Edipo.

La infancia constantemente más intensa que tranquila, actualmente más adaptativa que estructurante y consciente, pues  construir una consciencia requiere de  tiempo, pero además requiere de la presencia de otro, un tercero que desee darle un lugar para habitar en el mundo y ser parte de una sociedad, la ley del padre que con la prohibición inaugure el psiquismo infantil, la ley paterna que estructura y saca al niño de una condición de criatura para iniciarlo como sujeto de deseo y al mismo tiempo como un sujeto social y civilizado. Tener un padre que transmita ley, significa poder tener un orden, no a modo de fuerza violenta sino a modo de dar lugar, un orden en el fuero interno además. 

La crianza a menudo una travesía llena de alegrías pero también de retos y desafíos, de fantásmas y conflictivas, la crianza no puede quedar unicamete cómo un coucheo para adaptación del niño, porque está atravesada por las historias personales de los padres, criar a un niño resignifica la propia crianza y la propia historia, en éste caso, nuestro paso y transmisión de la ley, el acompañamiento que nos dieron nuestros pripios padres en representación de la cultura en un principio y posteriormente en nuestro paso por la escuela lugar de transmisión del aprendizaje pero no solo académico, en ésta última quisiera puntuar el papel tan valioso que significa, puesto que cuestionaba ¿Qué significa ir a la escuela? Entre otras cosas significa hacer una escisión, signar una separación, establecer un límite que separa al niño si del cuerpo de su madre pero también de su campo, signa una individualidad , es posible que ese es el aprendizaje más importante que la escuela a modo de función paterna hace.

La importancia de tener un padre, que establezca una ley es tener la posibilidad de construir una vida propia, de darle sentido, pero sobre todo de poder un día prescindir de ese que nos acompañó a crecer para realizarnos como personas. Un padre que en el mejor de los casos nos saca del caos para mostrarnos una manera de andar por el mundo, permitiéndonos el error y la experiencia, que no dice que hacer, sino que da la posibilidad de reflexionar y transmite su fuerza ante la vida, no es el padre biológico el que lleva a cabo las funciones paternas e instaura la ley, es quien lleva a cabo estás funciones, una madre que se hace cargo de sus sentimiento de propiedad del hijo y propicia su separación y signa límites, es la escuela, los amigos quienes van construyendo también en el psiquismo infantil una estructura.

Con la transmisión de la ley queda inaugurado el Complejo de Edipo, atravesando así  la pérdida, el corte, la castración. El primer contacto cultural, social y psicoafectivo lo da la madre, por lo tanto es también ella quien debe o hace que la ley del padre se lleve a cabo, esa castración que separa al hijo de su madre y rompe con esa relación simbiótica, dando individualidad,  contacto con la realidad y así funda una consciencia.

Con la triada Edipica, el niño adquiere la conciencia de la ley; lo que implica vivir conforme a leyes que, por ejemplo, indican nuestra calidad ciudadana. Cuando enseñamos a decir «por favor», «perdón» y «gracias» estamos transmitiendo leyes que tocan lo más propio de lo humano, porque no podemos pedir que nos traten bien si no tratamos bien a los otros, porque el respeto es un lazo fundamental en el trato con el prójimo. Lo cierto es que un niño aprende mucho más que palabras útiles (que puede usar según conveniencia) cuando se lo ha tratado con el respeto que esas palabras suponen. ¿Cuántos padres les piden a sus hijos las cosas en término de favor? ¿Cuántos les agradecen? ¿Cuántos se disculpan después de algún error en lugar de creer que semejante trato sería imprudente porque los llevaría a perder autoridad? La autoridad no es la impostura, como habremos de ver más adelante en este libro. (Luciano Luterau. Mas crianza menos terapia).


Interiorizar la ley significa dar realidad,  sobre todo mostrarle un comportamiento social que le permita convivir y estar en la cultura siendo un ciudadano, trasmitirle valores sociales que van humanizándolo y civilizandolo, además ayudándole a reconocer al otro como humano también, transmitir lo normativo y no me refiero a emparejarlo sino al hecho de dar civilidad al hijo, darle vialidad a su deseo imposible con su madre pero posible en otro lugar, con el desarrollo de un proyecto de vida, de intentar algo con la gran posibilidad de que suceda y que además le posibilite su libertad, que sea un sujeto de derechos y responsabilidades. La prohibición dada por la función paterna despierta al niño de esa ilusión de ser uno solo con su madre, lo incomoda, produciéndole frustración y le voltea la mirada hacia el mundo, hacia la vida misma.

Cuando pensamos en frustración, de inmediato remite a la incomodidad, al enojo, a la dificultad de sostenerla y a veces de darla, hoy en día los vínculos paternos parecen más infantilizados, el establecimieto de límites y reglas es una demanda constante en la consulta, además de que ha cambiado la manera de establecerlos, es decir, se hacen concensos familiares, no del todo se establecen de arriba hacia abajo, sino de manera colectiva, entre la familia. En cuanto a la frustración me parece que es habitual creer que los afectos hostiles sencillamente no deben ser, la gente desea escindirse de ellos más que poder notar su importancia y sobre todo su función. La frustración hace favor de hacer el conflicto, de separar y estructurar, de dar lugar, así que lo que es importante es sostenerla siempre afectivamente, validarla, darle lugar, no se trata de evitarla.

La noción freudiana de complejo de Edipo, entonces, permite desbancar las concepciones que hoy en día pretenden pensar la crianza como un proceso adaptativo. La intervención del padre, además, es el referente de un modo no autoritario de autoridad. Poco importa que el padre sea varón o no. La paternidad es una función que establece que, ante un conflicto con un deseo, podamos —a pesar de la angustia— aceptarlo como un factor de crecimiento. Sin esta función, adoptamos una actitud pasiva, permanecemos en la posición infantilizada de dejar que las cosas nos ocurran o, simplemente, reaccionamos a la circunstancia. El padre es una función que nos permite ser fuertes en los momentos más difíciles, no porque nos identifiquemos con un ideal, porque a la hora de atravesar conflictos no hay ideal que valga. (Luciano Lutereau. Más crianza, menos terapia).

Interiorizar a un padre, significa interiorizar una brújula que posibilite ir encontrando  dirección y posibilidad de construir,  quedando establecido un Super Yo también, permite encontrar fuerza en uno mismo para los momentos difíciles y de conflicto, es creer que lo podremos resolver a pesar de sentirnos debilitados, que seremos capaces de reconstruir después de tener tempestades, aún estando solos. Las operaciones psíquicas de separación individuación son propiciadas por la interiorización de la ley paterna que viabiliza y ayuda a la construcción del deseo del niño y con ésto un proyecto de vida. 

Encaminarse en la crianza, es un trabajo más complejo que solo cuestiones de adaptabilidad del niño y por supuesto de los padres, por ejemplo, cuando se dice que un niño tiene problemas con la autoridad, que no se adapta, que no sigue reglas, en realidad si, un niño está en ese proceso, no podemos esperar comportamientos civilizados del todo, muestra frustración y reparo, introducir ley, dar limites es tener que re direccionar su deseo, darse cuenta que no todo es posible, que es un ser limitado, finito y que va a tener que renunciar a su omnipotencia para poder construir, que además no siempre será como quiere, ahí donde hay conflicto y deseo hay crecimiento en donde más que someter se trata de acompañar afectuosamente, pues ganarse la confianza y la obediencia de un niño lleva tiempo y requiere de un adulto que también que esté bajo la ley, esta que le haga saber al adulto que no se trata de hacer daño sino de mostrar diligencia y fuerza de voluntad.

Una ley no es una regla. Una ley transmite un criterio, una regla dice qué hacer. Este es un aspecto fundamental. Muchas veces me encontré con padres que intentan disuadir a sus hijos respecto de que no deberían hacer tal o cual cosa «porque no (te) conviene». Esta reducción de la ética a un mero instrumento individual me resulta penosa. El descubrimiento más importante del psicoanálisis es que nuestros conflictos tienen un fuerte valor ético, porque en el desgarramiento moral es que podemos vivir una vida humana que no sea acomodaticia, cuyos actos comprometan más allá de cualquier ventaja o beneficio, porque la capacidad de decidir actúa sobre lo más íntimo de nuestra vida: lo que habremos de ser. Al decidir, no elegimos entre una cosa u otra, sino a nosotros mismos. (Luciano  Lutereau. Mas crianza menos terapia)

No se trata de decirle qué debe pensar, sino habilitar su mente, ejercitar su razonamiento, como cuando los niños cuestionan las reglas o las normas con su pregunta de ¿Por qué si? O ¿Por qué no? Cuestionamientos signo de raciocinio y adquicion de consciencia, el "¿Por qué?", que alude a la causalidad de las cosas y los hechos, que permite la exploración del mundo al que ha sido introducido. 

La pregunta como muestra de la capacidad de pensar y de raciocinio, además de apertura al análisis, como signo de humanización pero sobre todo como signo emancipatorio, pues no solo es el cuerpo lo que la ley paterna separa sino también el pensamiento, las angustias, los afectos, simbolizar el mundo es parte de tener un padre que propicia el conocimiento de él.

Hay padres que dicen en consulta: “Yo creo que he sido un mal padre”, “Vengo para que me diga que tan buen o mal padre he sido”. Lo cierto es que la consulta no es un coucheo, eso quizá no quiere decir que no se pueda ayudar a pensar en la redirección de la crianza o que se piense un poco en como un padre se está desempeñando, pero es importante pensar  que el error siempre estará, porque lo que se trasmite con la ley paterna además de,  son los conflictos propios que también se tienen, la manera en cómo siendo niños también nos trasmitieron y que ahora siendo padres conflictuan, brotan los fantásmas y los sentimientos de hostilidad, los celos, propios del conflicto Edipico, el enojo y lo frustrante.

Me parece importante pensar lo que sucede actualmente en la época que vivimos, dónde a veces el vínculo con el hijo es laxo, ésto da más pie a la complacencia y a la falta de estructura, a padres y madres des ubicados, con dificultades para sostener frustración o incluso evitarla, actualmente es frecuente, a veces el lugar de padre no está o al menos no está bien establecido, los padres abandonan su lugar quedando más como hijos o como "amigos" del hijo, lo cual además de causar confusión, angustia al hijo, porque éste necesita de alguien que le guíe y muestre dirección, que le ayude a sostenerse y establecer su vida poco a poco, quizá para los padres sea más cómodo, pero para el hijo se vuelve un caos, porque un amigo tiene otras funciones que distan mucho de las de ser un padre.

Establecer Ley y hablar de límites, no solo tiene que ver con reglas en la cultura sino con el reconocimiento en el propio niño de ser un sujeto limitado, reconocer las propias limitaciones da cuenta de que no se es omnipotente, como hasta entonces el niño lo venía considerando, e ahí la herida narcisista que se apertura a la renuncia y así al reconocimiento del otro, la posibilidad de establecer  vínculos y de mejorarlos, renunciando a algo de si mismo.


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