viernes, 10 de marzo de 2023

El nacimiento de un hijo: La dulce espera de una madre.




“Naciste en mi mente, me despertaste el corazón y en mi vientre veniste a hacer palpable esa ilusión. “ (Memoria de una paciente).

Esperar a que esté listo, a que esté preparado para llegar, que su cuerpo se forme para que pueda nacer, sin permitir que el tiempo pueda derrotar, sin prisa y sin desesperación. Esperar es una forma de maternar, de irse convirtiendo en padre o madre, de darle un lugar a l hijo que vendrá y que hora ya está preparándose para salir, que no solo se alberga en el cuerpo de su madre y se alimenta de su sangre y sus nutrientes, sino también de sus fantasías, sus miedos, su alegrías, sus temores, que se va haciendo un lugar y muestra signos de vitalidad…

Esperar a un bebé al que se le ha pensado, imaginado, del que ya se habla, por el que ya se pregunta, un bebé que viene a ser un acontecimiento porque se inaugura una nueva vida y una nueva familia, es desde entonces que  un niño necesita tiempo y un espacio adecuado para crecer y desarrollarse, sin la premura de vivir , es desde entonces que saber y poder esperar pacientemente a que esté listo es una muestra de amor materno.

Es una paradoja de la maternidad: en la espera del embarazo, el niño solo puede estar en el mundo a través de la madre, pero aún no está en el mundo como sujeto. La madre espera a quien ya lleva consigo, sin saber quién es y sin saber cómo es, sin haberlo visto nunca. La espera de la madre es una espera sin precedentes que ni siquiera las máquinas de la ciencia pueden reducir: el encuentro con un hijo es un encuentro con un absoluto que es incomparable, que no puede ser confundido con nadie más; existencia irrepetible que no encuentra analogía alguna de sí misma en el mundo, trascendencia, vida nueva, vida que viene al mundo como algo insustituible, inimitable, combinación singular de necesidad y libertad, irreproducible, perpetua y radicalmente vida de un «hijo único».(Masssimo Recalcati. Las manos de la madre).

Pensar en el embarazo, es detenerse a esperar, mirar, vivir la modificación y acondicionamientos que requiere una vida para poder surgir, se modifica  el cuerpo de la mujer, pero no solo el físico que sin duda tiene muchos cambios, pues una nueva vida necesita sus condiciones, no son únicamente las hormonas, también es el inconsciente, la imágen corporal se ve afectada significativamente, la vida de la mujer adquiere cambios en sus actividades, en su manera de estár consigo misma, con la pareja y en su contexto, el mundo interno ha tenido un impacto lo suficientemente importante y significativo para empezar a tener cambios y alteraciones.

“No había podido dormir, aunque ha sido hermoso, siento que mi cuerpo no me pertenece y al mismo tiempo sí”, “me da miedo no poder reconocerme después, por eso escribí en un cuaderno todo lo que no quiero olvidar, lo que me gusta, lo que me caracteriza”, decía mi paciente. Sin duda hay preocupación, miedos y fantasías concentradas en preguntas de ¿Cómo será ése bebé? ¿Cómo seré como madre? ¿ cómo me sentiré conmigo misma y con la vida que he engendrado cuando nazca? Aquí las dudas empiezan a tener lugar como una preocupación, pero también son una apertura y es importante más que apaciguar la preocupación propiciar la construcción, que esa mujer empiece a construir su propia maternidad, que vaya preparando un lugar y tomando un espacio como madre, lo cual también será parte de las modificaciones de su identidad y de su nueva vinculación con el mundo.

Durante el embarazo, a medida que su cuerpo se encarga de la formación física del feto, la mente se encargará de la formación de la idea de la madre en que se va a convertir. Al mismo tiempo comenzara a construir la imagen mental de cómo cree que será él bebe. De alguna manera se van produciendo tres embarazos que se van desarrollando simultáneamente: El feto físico que se desarrolla en la matriz, la actitud de maternidad que se desarrolla en la psique y el bebe imaginado que toma forma en la mente. (El nacimiento de una madre)

No reconocer el propio cuerpo, no reconocerse a sí misma, sentir esa extrañeza que a veces se agudiza y otras se logra acomodarse, ya no se está siendo igual que antes, lo infantil hace retorno y no se va hasta hacerse escuchar, las angustias más que reprimirlas habrá que darles un lugar, inaugurar preguntas y elaborar el conflicto.

El embarazo no es por completo la  maternidad, pero si es la puerta de entrada a ella, pues ésta se va preparando y construyéndo, no se sabe ser madre, no hay instinto, hay deseo de querer cuidar a otro y ver por su bienestar. El embarazo es un estado antes de la maternidad y un  túnel de preguntas e incertidumbre, pero es la pregunta y el conflicto lo que van inaugurando una maternidad, ahí es donde va naciendo una madre. El conflicto interno está también de la mano con el deseo, lo que propicia establecerse en un nuevo lugar, creando las condiciones adecuadas, entonces, el conflicto es una ola que hay que tomar para poder desarrollar algo, en este caso una maternidad.

Es la espera de la madre la que prepara su lugar en el mundo a quien está ya en el mundo sin estarlo aún. No ha nacido todavía el hijo, y ya se decide su nombre, se le prepara la habitación y la cuna donde se le colocará. La espera es una interpretación de la ausencia del hijo, aún custodiado en el útero, a la luz del deseo. Se trata de una auténtica vigilia. Lo contrario a la agitación atareada que impulsa nuestro estar en el mundo cotidiano. (Massimo Recalcati, Las manos de la madre). 

¿Y cómo espera una madre? En la manera de esperar está también construyéndose un vínculo con el hijo, la relación con él va mediada de acuerdo a la manera en que a éste se le desea conocer y se le percibe desde las entrañas del vientre, se despierta la ternura y la alegría, ya se le siente como un hijo, no es un extraño porque se le va dando un nombre el cual unifica todo lo es ya ese niño, además le da una identidad y un lugar. Quien nombra ya a ese niño le da forma y se le invita a la vida.

Hay una constante ambivalencia de emociones, felicidad por la llegada del nuevo bebé y al mismo tiempo una nostalgia y tristeza  por lo que se habrá que despedir, un cuerpo, una identidad, un trabajo, los amigos, la vida anterior. El devenir imaginario transita entre la pérdida y el hallazgo, un cuerpo en constante transformación y otro cuerpo que fabrica  incansablemente, que ya le demanda y también le produce alegrías e incomodidades, pues un bebé no es un ser del todo pasivo, se mueve y demuestra actividad en el útero.

Un bebé está formado, una madre está estableciendo también, ¿se está completamente preparada para ser madre? Quizá no, es algo que continuará en construcción, lo que es cierto es que ya hay un hijo y alguien que lo espera con alegría para tomarlo en brazos y reconocerlo, conectar con el  y cuidarlo, eso ya da lugar a ser mamá.

El nacimiento de un niño no es solo la llegada al mundo de alguien a quien esperábamos ver la cara, de alguien que esperábamos acoger en nuestros brazos. Junto a la vida del hijo viene de nuevo a la vida el mundo también. La espera de la mujer abre la posibilidad de que salga a la luz otro mundo que encuentra su expresión encarnada en la vida nueva de su hijo. En este sentido, el regalo de la vida es un don que hace que el mundo vuelva a empezar. Entre el mundo de antes y el mundo de ahora ha tenido lugar el nacimiento del hijo y este nacimiento no solo ha cambiado la vida de una pareja, de una madre y de un padre, sino la propia faz del mundo, ha vuelto a poner en marcha el mundo. Indudablemente, el mundo sigue siendo, por un lado, el mismo de antes, pero por otro lado ya no podrá volver a ser el de antes. (Massimo Recalcati. Las manos de la madre).

El parto es el final del embarazo, al que la sociedad, médicos, familia están atentos, para lo psíquico es un momento de delimitación entre la mujer y el bebe, el miedo al parto aunque intenta ser domado con insistencia o sugestión,  pero de manera inconsciente se pone en juego el miedo a ser madre y toma forma en el discurso: miedo a perder el niño al dar a luz,  una frontera obligada a cruzar para ahora transitar el post parto. 

Decía una paciente: “Tengo miedo de que no conecte con ella como lo hemos hecho estos últimos meses adentro de mi”, “si inducen el parto, me da nostalgia porque entonces siento que la estoy desalojando”.

Un miedo latente a parir se hace presente, ¿Pues qué signa el parto? Parir signa separar dos cuerpos, el del bebé y la madre, en donde lo que quedará es un vientre desalojado, ya no habrá bebé y la ilusión de ser uno solo queda rota, ahora lo que hay es una realidad, la de a ser madre, tener un bebé en brazos que demanda mirada, atenciones y cuidados, se solicita vinculo, la madre creadora del concepto de necesidad y no es que vea al hijo e falta sino que es capaz de lograr identificación tal que propicia comprender lo que al bebe le sucede. 

Así como lo expresaba mi paciente: “Me mude de casa y siento que también me estoy mudando de cuerpo, así como mi departamento quedo vacío, mi bebe saldrá y mi vientre quedara sin nadie”. Entre mudanzas, maletas y una nueva casa esta una madre que ahora tiene en sus brazos a su bebe, con una vida y casa nueva, un cuerpo apenas recuperándose así es como ahora hay que atravesar un post parto.

¿Hay depresión post parto? Pocas veces se habla de ésto o bien se alude con idealizaciones sociales y culturales, faltas de empatía y acompañamiento como: “Deberías estar feliz, tienes a tu bebe”, “Estas demasiado emotiva”, entre otras, que caen nuevamente en una maternidad rosa e idealizada, no real, lo cual conviene despejar…

 En la depresión post parto, la mujer parida, quizá no desea ese estado anterior del embarazo que habrá sido cómodo o no, en muchas ocasiones hay culpa por no haber estado a la altura del imperativo social, habrá que cuestionar ¿Qué tan alienada se esté a lo que los demás quieren de mí?... Por eso es que el post parto se vincula más que con el bienestar perdido, con la conflictiva y modificación de ¿Cómo ahora se relacionará esa mujer siendo madre con el mundo? Los amigos, espacios sociales, el trabajo, la casa, la pareja. Como anteriormente lo mencionaba, ante el hecho de confirmar el embarazo lo que se modifica es el vínculo, la manera en que esa mujer se relacionara a partir de ahí con su entorno y la pregunta que salta es ¿y ahora cómo voy a hacer con el trabajo?, "Quizá ya no pueda ir con las amigas".

Comentaba mi paciente: “Me doy cuenta que ya son las últimas veces que mi esposo y yo estamos solos, quien sabe hasta cuando volvamos a ser solo él y yo sin nuestra hija, pero aunque ella no estuviera físicamente estará en nuestros pensamientos.”

¿Cómo incorporarse nuevamente al mundo? ¿Cómo hacerse un lugar otra vez? Madres que han dejado su trabajo, las amigas que antes se tenían se alejaron, otras ya no están, una misma reconsidero seguir frecuentando o no  a alguien ¿Quién quisiera escuchar lo que le pasa ahora a una reciente madre y sus actuales preocupaciones y su nueva vida? El mundo ya no es igual, esa mujer experimenta la soledad y al mismo tiempo la alegría, un gozo de tener a su bebe, además va incorporando sus partes, está viviendo una locura parcial, un túnel de fantasías inevitable para recuperarse y volver a construirse, recuperar una posición femenina ahora como madre.

“Estoy muy atenta, pendiente de lo que necesite, a cada minuto casi veo que si respira”. Decía… Se adquiere una posición receptiva, se establece un vínculo con ese bebe que posibilita comprender sus necesidades. 

El mundo del Uno se ve dominado por el mundo del Dos, dado que es siempre un acontecimiento del Dos y nunca del Uno; es siempre una experiencia radicalmente plural. Por eso todos nacemos en la oscuridad, ciegos, privados de la luz del mundo; esperando la luz que proviene de la palabra del Otro, desde el «exterior» del vientre materno. (Massimo Recalcati. Las manos de la madre). 

El post parto significa encontrar una nueva posición ante el mundo nuevo al que se tendrá nuevamente que incorporarse no solo la mujer sino también el hijo, se adquiere una posición  receptiva ante el hijo, que como lo decía antes, permita que estos dos se relacionen entre sí, el hijo se ve a sí mismo a través de su madre. Entonces en el post parto la paciencia como regalo del tiempo recorre el embarazo y prosigue en la atención al hijo hasta el reconocimiento de su libertad. Los cuidados maternos no serían posibles, de hecho, sin la paciencia como elevada forma de respeto hacia las particularidades más particulares del hijo.

La maternidad es adquirir una manera distinta de responder ante la angustia y la frustración, una madre acompaña a su hijo en su crecimiento y desarrollo, con la figura de la espera y el regalo de la paciencia, un ritmo propio que cada niño tiene que no lo pone a destiempo de otro. 

En la maternidad va ser necesario que la madre se haga cargo de sus propias angustias, que éstas no queden depositadas en el niño, por ejemplo, la premura de que crezca, de que haga las cosas rápido y como se le piden, las exigencias maternas que son frecuentes en la consulta y le restan al desarrollo de cada niño y que además van patologizando infancias.

Me parece valioso además el acompañamiento que se le pueda dar a una mujer durante el embarazo, y sobre todo la importancia que alguien le pueda dar a esta etapa que ya forma parte de la historia del niño, creo que es una manera de cuidar, es decir, la mujer que tiene un espacio para elaborar y poner sus angustias va sabiendo como posicionarse en su realidad y con su hijo que está por llegar. 

La espera de un hijo corresponde ya a maternar y paternar, el cómo se le espera corresponde ya a su historia de vida para darle lugar a un gran acontecimiento, la vida de un niño. 



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